En el mercado inmobiliario actual, la sostenibilidad ha dejado de ser una opción secundaria para convertirse en el imperativo de rentabilidad y reputación. A medida que inversores y usuarios identifican ventajas tangibles, las propiedades verdes destacan por su resiliencia y capacidad de generar valor a largo plazo.
El valor agregado sostenible (SVA) se define como la diferencia entre la salida económica —el valor generado— y el costo de oportunidad de los recursos utilizados, incluyendo el capital económico, ambiental y social.
Esta métrica se basa en el enfoque de triple cuenta de resultados, evaluando simultáneamente las dimensiones económica, ambiental y social. Al compararse con un benchmark de mercado, permite medir la eficiencia de una inversión sostenible frente a alternativas convencionales.
La demanda creciente de edificios verdes y las iniciativas regulatorias han impulsado un crecimiento notable en el valor de mercado de activos certificados. Según JLL (2025), los inmuebles con certificaciones verdes como LEED y BREEAM logran una prima media del 10,2% en valor y un 7,6% más en rentas comparados con activos no certificados.
Además, los edificios sostenibles pueden consumir hasta 30% menos consumo energético, lo que se traduce en ahorros operativos significativos y atracción de inquilinos con perfiles de bajo riesgo.
Invertir en sostenibilidad no solo mejora la imagen de marca, sino que genera ahorros y seguridad:
Para maximizar el SVA, es fundamental considerar una serie de prácticas y tecnologías:
La sostenibilidad va más allá de la eficiencia técnica. Impacta directamente en la calidad de vida de las comunidades y en la preservación del entorno natural:
En el plano ambiental, la reducción de huella de carbono y el uso de energías renovables contribuyen a la conservación de recursos y a la transición energética. En lo social, estas propiedades fomentan espacios inclusivos y saludables, promoviendo cohesión, bienestar y equidad.
Implementar un modelo robusto de medición y gestión es clave para garantizar el rendimiento sostenible:
De este modo, se calcula el valor agregado sostenible sumando las contribuciones económicas, ambientales y sociales, y restando los costos de oportunidad de recursos frente a un benchmark.
La sostenibilidad ha pasado de ser un coste añadido a ventaja competitiva y exigencia del mercado. Algunos proyectos certificados han superado las expectativas de rentabilidad:
Por ejemplo, un complejo residencial Passivhaus en Alemania registró una ocupación del 98% y niveles de renta un 12% superiores al promedio local. Otro edificio de oficinas LEED Platinum en Madrid redujo sus facturas energéticas en un 35% y atrajo inquilinos de alta calidad.
Estas experiencias demuestran que la inversión en sostenibilidad no solo resta carga operativa, sino que construye confianza, reputación y valor de reventa.
El valor agregado sostenible se ha convertido en el verdadero secreto de las propiedades rentables. Al integrar prosperidad económica, integridad ambiental y equidad social, los desarrolladores e inversionistas aseguran activos más resilientes y atractivos.
Medir y gestionar el SVA mediante un enfoque claro de triple cuenta de resultados y benchmarking permite identificar oportunidades, optimizar recursos y maximizar la rentabilidad. Así, la sostenibilidad deja de ser una moda para transformarse en la base sólida de todo proyecto inmobiliario exitoso.
Referencias