Las energías renovables se han convertido en un motor de transformación que ofrece beneficios ambientales, sociales y económicos. Este artículo explora los datos más recientes, analiza el contexto global y nacional, y aporta perspectivas clave para que descubras cómo aprovechar este aliado multifacético.
Con cifras que marcan récords y retos que exigen acción, comprender el papel de la solar, eólica e hidráulica es esencial para la innovación y resiliencia energética en España y el mundo.
El avance de las renovables a nivel mundial ha sido imparable. En 2025, la combinación solar y eólica cubrió el 100% del aumento de demanda eléctrica mundial, superando así por primera vez al carbón como principal fuente de generación.
Durante 2024, se añadieron 585 GW de nueva capacidad renovable, lo que representa un récord histórico: el 92,5% de toda la expansión de generación eléctrica global. La potencia instalada alcanzó los 4.448 GW, pero para cumplir los objetivos climáticos de 2030, será necesario mantener un ritmo de crecimiento anual del 16,6%.
La disparidad regional es evidente: Asia lidera la expansión con un 64% de la nueva capacidad (principalmente en China), mientras otras zonas crecen a menor ritmo, lo que subraya la importancia de políticas de cooperación y transferencias tecnológicas.
España consolida su liderazgo europeo con un 60,2% de generación eléctrica procedente de fuentes renovables. Este hito refleja una estrategia nacional que ha priorizado la diversificación y la inversión en tecnología limpia.
El desglose del mix renovable nacional es el siguiente:
Las fuentes no renovables mantienen una participación residual: nuclear (14,6%), gas natural (12,23%) y carbón (por debajo de 0,68%). La producción renovable creció un 10,3% en 2024, alcanzando 148.999 GWh, lo que confirma una senda constante de expansión.
No obstante, la intermitencia de la solar y la eólica impone retos tecnológicos: es fundamental implementar sistemas de almacenamiento, redes inteligentes y gestión de la demanda para garantizar estabilidad.
El uso masivo de renovables ha contribuido a una significativa reducción de emisiones de CO₂. En España, en 2023 se evitaron 66,9 millones de toneladas de emisiones, lo que se traduce en un ahorro de 5.586 millones de euros en derechos de emisión.
Además, la mejora de la calidad del aire tiene efectos directos en la salud pública. Se reducen enfermedades respiratorias y se mitigan consecuencias como la acidificación oceánica y la contaminación del suelo.
Comparada con otras fuentes, la solar es la menos contaminante, seguida de la eólica y la geotérmica. Aunque toda infraestructura tiene huella ambiental residual (ocupación de suelo, impacto en fauna), su escala y diseño determinan el grado de afección.
Las energías limpias generan ahorro en importaciones de fósiles y estabilizan precios. En 2023, el despliegue renovable evitó costes millonarios en compras de gas y petróleo, fortaleciendo la balanza comercial.
La creación de empleo es notable: si bien alrededor del 37% de los puestos en eólica y el 39% en solar son directos, el llamado empleo inducido y en cadena de suministro impulsa economías locales y rurales.
Además, la rentabilidad se refleja en los ingresos por derechos de carbono, un gancho financiero que fortalece las arcas públicas y respalda la transición a una economía baja en carbono.
Pese al éxito, persisten desafíos clave. El almacenamiento y la flexibilidad de la red exigen avances en baterías, pilas de hidrógeno y sistemas de gestión de la demanda.
La tramitación administrativa y la aceptación social también son obstáculos. Algunos proyectos se retrasan por preocupaciones paisajísticas o preservación de hábitats, lo que resalta la necesidad de diálogo social y zonificación ambiental.
La desigualdad geográfica en la expansión renovable obliga a impulsar inversiones en regiones menos desarrolladas y a fortalecer la cooperación internacional.
Para alcanzar las metas de 2030, será crucial sostener un ritmo de instalación de renovables que crezca un 16,6% anual. La movilización de capital privado y la alineación de políticas públicas determinarán el éxito colectivo.
El despliegue renovable dinamiza territorios rurales, genera rentas del suelo, fortalece cadenas de valor locales y mejora la cohesión territorial.
Además, facilita el acceso a la energía en zonas aisladas o con infraestructuras limitadas, promoviendo el desarrollo y la inclusión social.
La creciente consciencia ciudadana y la presión por soluciones sostenibles alimentan una aceptación pública creciente, impulsando iniciativas de autoconsumo y cooperativas energéticas.
La transición a energías renovables no es un proceso ajeno: es una oportunidad para impulsar una economía más justa, reducir la huella ambiental y fortalecer la seguridad energética.
Cada inversión en un proyecto solar, eólico o de almacenamiento es un paso hacia un futuro más limpio y próspero. En un mundo que exige acción, las renovables se erigen como tu mejor aliado financiero y ambiental.
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Referencias