La agrivoltaica representa una revolución que integra producción de alimentos y energía en un mismo terreno, ofreciendo soluciones innovadoras para la crisis climática y la seguridad alimentaria.
El concepto de agrivoltaica nació en 1981 de la mano de los ingenieros alemanes Adolf Goetzberger y Armin Zastrow. No obstante, adquirió relevancia mundial hace menos de una década, gracias a los estudios de Christophe Dupraz en Francia.
Su filosofía básica radica en aprovechar doble uso del suelo, maximizando la salida de energía eléctrica sin sacrificar la producción agrícola. Esta sinergia permite a los agricultores reducir gastos y diversificar sus ingresos.
Existen varios esquemas para implementar paneles fotovoltaicos en zonas agrícolas, diseñados para adaptarse a distintas necesidades:
Adicionalmente, los sistemas inteligentes incorporan sensores y modelos matemáticos que regulan la sombra y la captación solar según el estado de los cultivos y las condiciones meteorológicas.
La principal ventaja económica radica en la mejora del valor económico de la explotación, que puede crecer más de un 30% respecto a métodos tradicionales. La generación de energía permite:
Además, la sombra parcial reduce el estrés térmico en plantas, mejora la calidad de frutos y facilita el desarrollo de cultivos sensibles como fresas o hierbas aromáticas.
Aunque prometedora, la agrivoltaica enfrenta varios obstáculos que requieren atención:
En determinados cultivos la sombra puede ser contraproducente si no se ajusta con precisión. Por ello, la planificación y la asistencia técnica son fundamentales para evitar pérdidas de rendimiento agrícola.
Europa lidera la adopción de agrivoltaica. Francia, por ejemplo, ha desarrollado proyectos de 12 MW combinando viñedos y energía solar, generando beneficios tanto para viticultores como para consumidores.
Un informe apunta que dedicar solo el 1% de los terrenos cultivables mundiales a esta modalidad podría satisfacer la demanda global de electricidad. Paralelamente, se observa un incremento en la diversificación de cultivos y la creación de empleo rural.
La investigación avanza hacia paneles solares inteligentes y polímeros semitransparentes que optimizan la captación lumínica sin afectar la fotosíntesis. También se explora la integración con IoT y big data para una gestión inteligente de recursos.
Asimismo, el reciclaje de paneles al final de su vida útil y la incorporación de sistemas de recogida de agua de lluvia refuerzan la sostenibilidad y la reducción de la huella de carbono agrícola.
La agrivoltaica demuestra ser una estrategia viable para unir producción agrícola y generación de energía limpia, aportando resiliencia ante el cambio climático y oportunidades económicas. Sin embargo, su éxito depende de inversión, regulación y colaboración entre sectores.
Adoptar esta tecnología en mayor escala puede transformar la forma de cultivar y producir energía, fortaleciendo comunidades rurales y contribuyendo a metas de desarrollo sostenible.
Referencias